Aunque bien es cierto que los medios de comunicación hacen una y otra vez eco de la intención austera del acontecimiento, no hay que olvidar ni menospreciar el esfuerzo tanto de la corona, como de la población británica en mantener intactas las tradiciones más ancestrales de las que hacen gala más allá de lo que ahora es común. Aún si bien es cierto que la ceremonia se a adaptado a los tiempos y la necesidad de abrir puertas al mundo a la demostración de los más arraigados aspectos culturales de la monarquía más relevante y mediática del primer mundo.
Un momento histórico el cual tristemente algunos desean hacer pasar a un segundo plano, priorizando el factor sensacionalista y de prensa rosa. Olvidando así lo relevante y el impacto geopolítico al mostrar al mundo como occidente aún tiene pilares culturales fuertes, ante los variados enemigos del sistema de valores, una posible búsqueda de demostración de fuerza del imperio británico hacía el mundo y un toque de advertencia sobre la poca afectacion del brexit, de la pandemia o las estupideces de la prensa rosa y la absurdeces de la amarilla.
No obstante tal ceremonia no pasará a tener una mayor importancia que la de un momento "histórico" o anecdótico, ya que el papel de Carlos III no tendrá la connotación ni la relevancia que tenía Isabel II. Bien sea por el cambio en el paradigma social o por la carencia total del carisma del que hacía gala de su antecesora. Esperemos que el contexto no cambie y nos traiga sorpresas inesperadas.
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